Esta novela basada en una historia de la vida real, sigue dándole dolores de cabeza al protagonista, pues en estos momentos está pagando su condena fuera de Colombia.
La historia que nos cuenta es la de Armando, un chico de la plebe con todas las carencias habidas y por haber, pero que tenía la ilusión de algún día ser alguien y tener mucho dinero. Así que junto con su novia Lizzeth, sueñan, piensan, cavilan, en cómo hacer para que todos esos anhelos se hagan realidad.
Él decide irse para la ciudad a trabajar y ver la forma de hacer realidad sus fantasías y el de toda su familia, pues era buen chico y pensaba en sacar a toda su parentela de la miseria en que vivían. De la noche a la mañana y sin un peso, Armando y Lizzeth, han acumulado una gran fortuna, que la empiezan a derrochar a manos llenas, logrando con esto caer en el ojo de las autoridades, que no pueden ver a un pobre feliz y deciden investigar de donde han sacado tanto dinero este pobre pata en el suelo. Como siempre lo del pobre es robado, se dan a la tarea de investigarlo y hacerle caer su pirámide bien montada que tenía.
Es una lástima porque él sí estaba trabajando bien dándole cumplimiento a la gente, pero como no falta la envidia y los que no saben hacer las cosas, pues le montaron la competencia y esta se encargo de hacerlo caer a él también, pues empezaron a desmantelar unas y a volarse con la plática de otros. Entonces quedó en el ojo del huracán y ahí le echaron mano con todo y su familia.
Lo único bueno fue que logró ilusionar a miles de personas con la idea de no trabajar y que con una pequeña inversión su dinero se multiplicaría, como por arte de magia, ya todos se estaban echando con las petacas de trabajar, para que, si había quien lo hacía por ellos. Pero no contaban con que a la gallina de los huevo de oro, se le iba a terminar su buena suerte, llevándoselos a todos por delante.
Fue una época muy dura para las personas que habían invertido en el ABC, pues muchos hasta habían hipotecado, vendido, empeñado, prestado, para poder invertir con ellos y que al cabo de algunos meses le devolverían su dinerito multiplicado. Sin hacer ningún esfuerzo. Bien dice el dicho: “de eso tan bueno no dan tanto”.
Pero como ya había los que sí habían recibido sus réditos y podían dar fe de que si era verdad tanta belleza, pues no podían faltar el resto de los que no habían probado estas mieles e ilusionados, querían también salir de pobres de una. Y pobres quedaron, más de lo que estaban antes de que su ambición los cegara y quisieran acaparar en un abrir y cerrar de ojos, lo que no habían podido hacer en toda una vida de trabajo.
Así terminó este sueño de riqueza y poder. Me imagino que como Armando era un chico sin malicia, buena gente, soñador, quiso hacer partícipe a todos de su buena suerte, no alcanzó a imaginarse que tenía que ser más precavido y no dar rienda suelta a su efusividad. Pero bueno, de los errores también se aprende, aunque algunos se pagan muy caros, como en su caso, que ha sido catalogado, peor que los asesinos en serie que cogen en Colombia. Ni porque fuera el peor narcotraficante que ha existido, para esta gente hay más consideraciones, que para este pobre chico, que su único pecado fue saber hacer dinero, sin asesinar, atracar, secuestrar, extorsionar a nadie. La envidia lo mató, como los demás no saben cómo hacerlo, tampoco les gusta que otros lo hagan.